Quinta del 65: la mejor del siglo

Quinta del 65: la mejor del siglo.

La mejor quinta del siglo: crónica del 15-A

El día 15A, todo estaba listo, los astros estaban alineados y puede que sea uno de esos puntos en el espacio y en el tiempo en los que no hay forma de que las cosas salgan mal. A pesar de eso, no sé muy bien por qué estuve todo el día un poco impaciente y puede que nervioso; como no sabía que hacer, me puse a repasar mi canción y escribí en el móvil un pequeño brindis inaugural.

A las 21:30 h., llegué a la piscina, con Violeta a rastras de lo rápido que iba. Estaba impaciente por ver como había quedado todo. Cuando llegué ya había un par de quintos esperando. Me asomé al interior, ansioso por la visión y me encantó como lo había preparado todo nuestro anfitrión, ¡menudo despliegue!: pantalla digital, aperitivos exóticos, una mesa para cena estupenda y un servicio de primera, todo lo que me tranquilizó bastante; la suerte estaba echada y pintaba muy bien.

En poco mas de unos minutos, llegaron todos mis quintos y así sin más, nuestra quinta mas artista, dueña de una gran vida interior y una sensibilidad a flor de piel, Ascensión, comenzó los actos más solemnes regalándonos un “trocito” de su arte y poniéndonos el vello de punta con unas espontáneas palabras y lagrimillas incluidas.

El pistoletazo de salida, estaba dado: llegó el momento de mi brindis, íbamos a cruzar la frontera de la mano, recordando las pocas pero emotivas veces, en las que hemos cruzado estos hitos de nuestra vida juntos, en semicírculo mirándonos a la cara, como si quisiéramos fijar el momento, escuchamos el brindis, el cual decía la verdad del evento y finalizó con un sonoro y sincero “salud y suerte”, seguido del sonido del cristal cuando choca de verdad, como si se quisiera poner énfasis en lo sincero del deseo. Fue este un momento muy emocionante.

Comenzamos con unas cervecitas en pie y en poco tiempo nos pusimos al día ya que éramos pocos y nos conocemos estupendamente, y es que lo bueno de ser de esta quinta es que no hace falta contarse todo, todos los días, porque cada vez que nos vemos, aunque hayan pasado 10 años sin hablarnos, es como si hiciera solo 5 minutos que nos vimos por última vez.

La comida fue genial, aunque las mesas estaban magníficamente puestas, insistimos en ponerlas de nuevo, en una colocación mas próxima aun, resultó un cuadrado perfecto. Equidistantes unos de otros, la conversación fue amena, fluida y sobre todo variada; se me pasó volando, ¡¡qué bueno estaba todo, incluido el vinillo blanco!!.

La mejor parte de la velada, al menos la mas divertida, fue el “Got talent´65” absolutamente genial y divertido. ¡Cómo se entregaban las quintas a las artes escénicas! Se tocaron todos los palos del cante y el baile, más de 100 canciones magníficamente interpretadas y hasta una coreografía, al mas puro estilo “mamachicho” que acabó con intento de levantamiento de uno de los quintos, por parte de las quintas, operación que resultó totalmente infructuosa, dicho sea de paso. El arrojo y las ganas de triunfo de los participantes solo fue comparable con la sed que tenían mis quintos. Dieron al traste con la barra libre y nos quedamos con sed. La verdad es que el botellón hubiera sido un broche final increíble, pero vaya, que unos cubatas en el discobar hasta ver pintar el día tampoco estuvieron mal.

Y así fue la noche, de camino a casa vi como el cielo cambiaba de color, el negro de la noche se desvaneció por esa luz incierta de la madrugada, que hace que se empiecen a distinguir las formas y desaparezca la intimidad de la oscuridad...



En conclusión, las únicas palabras que se me vienen a la mente, cuando pienso en la fiesta, son de alegría y agradecimiento; agradecimiento a mis quintos por ser como son; agradecimiento a nuestro anfitrión que se ha entregado en cuerpo y alma y, como no, agradecimiento a nuestro pueblo, que es sin duda el mejor marco que se le puede dar a cualquier generación.

Gracias.

Serafín Fernández Vicente